
Fueron ídolos en pantalones cortos, héroes de las mayores hazañas xeneizes. Sin embargo, aquel bronce que supieron conseguir empieza a oscurecer con el paso del tiempo. Sobre todo en estos últimos seis años, cuando decidieron bajarse del póster y dirigir los destinos del fútbol de Boca. Y habrán sido enciclopédicos jugadores, en especial Juan Román Riquelme. Sin embargo, del otro lado del mostrador, la gestión que está llevando adelante el presidente y su Consejo de Fútbol atraviesa su peor momento con los hinchas.
El hartazgo de la gente que se manifestó en distintos puntos de la Bombonera, con la excepción de una barra brava habitualmente oficialista, no se incubó en noventa minutos ante Lanús. Y la figura de la “Comisión” puede ser genérica, pero es un mensaje para Riquelme. También, para quienes lo secundaron en su época de eximio “10” con la camiseta azul y oro: Alfredo Raúl Cascini, Marcelo Delgado y Mauricio Serna.
Con el equipo clasificado a los cuartos de final del Torneo Apertura, y a tres partidos de ser campeón, cualquier desprevenido podría caer en la trampa del conformismo. Y aunque también es cierto que pasar de 24 años de conducción netamente macrista a otra con rasgos kirchneristas genera rispideces por sus diferencias ideológicas, los números son indiscutibles. Entonces, sobran razones para explicar las razones del enojo que se expresa en las tribunas y que hasta ahora dividía aguas en las redes sociales.
Los golpes futbolísticos

Foto: Marcelo Carroll
En seis años de gestión, cuatro como vice de Jorge Amor Ameal y uno y medio como presidente, Boca ganó media docena de títulos: Superliga 2019/2020, Copa Maradona 2021, Copa Argentina 2021, Liga Profesional y la Copa de la Liga 2022, y la Supercopa Argentina 2023. Si la estadística se ciñe específicamente al tiempo en el que Román es la máxima autoridad, el número desciende abruptamente: todavía no logró gritar campeón.
En ese mismo lapso, 512 días desde que Riquelme venció a Andrés Ibarra en las elecciones, el equipo llegó a la final de la ansiada Libertadores que perdió ante Fluminense en Río de Janeiro, pero no se clasificó a las últimas dos Copas, un mazazo para sus hinchas. En 2024, participó de la Sudamericana, ni siquiera pudo ser primero en su grupo y quedó eliminado en los octavos de final ante Cruzeiro. Este año, ni siquiera pudo jugar el segundo torneo continental: Alianza Lima lo eliminó por penales en la Bombonera.
A esta fase 2 llegó por la vía de la tabla general y porque no pudo ganar la Copa Argentina, el primer strike de Fernando Gago. Pocos olvidarán la derrota ante Vélez en Córdoba, un partido que Boca ganaba 3 a 2 y terminó perdiendo 4 a 3 sobre la hora.
La deuda en los clásicos
Hubo un veranito en el Superclásico, con victorias por penales en la Copa de la Liga 2021 cuando River tuvo que jugar con juveniles por el Covid-19 y en los octavos de final de la Copa Argentina 2021, además del 3 a 2 del año pasado en la Copa de la Liga 2024. Y en 2022, ganó los dos derbis regulares. Sin embargo, la taba se dio vuelta. Una vez más.
El equipo de Marcelo Gallardo le quitó el invicto de un año en la Bombonera, el día del escándalo de Sergio Romero con los plateístas, y terminó con el ciclo de Gago el 27 de abril. Fue el tercer strike del técnico que terminó despedido.
Los números son desfavorables contra su rival de banda roja: de 2019 a la fecha, se enfrentaron 11 veces con 5 triunfos de River y 3 de Boca (el resto, obviamente, empates). Si la estadística se amplía al resto de los tradicionales grandes (Racing, Independiente y San Lorenzo), es peor: solo ganó 10 de 42 duelos.
La inestabilidad de los entrenadores

Foto: Marcelo Carroll
Hay un meme que circuló en las redes sociales que señala que se tardó menos en elegir al sucesor del Papa Francisco (León XIV) que al reemplazante de Gago. Ya pasaron dos semanas del despido de Pintita y todavía no hay indicios de quién será el nuevo técnico. Y más allá de que sonó con fuerza el nombre de Gabriel Milito, nadie lo llamó. El propio Román lo confirmó públicamente. Mariano Herrón, entonces, continuará en el interinato hasta el desenlace del Torneo Apertura, algo que no le gusta ni a la gente ni a los jugadores.
Los técnicos cada vez duran menos en Boca. Miguel Angel Russo (67 partidos), Sebastián Battaglia (57), Hugo Ibarra (36), Jorge Almirón (43), Diego Martínez (45) y Gago (30) fueron los elegidos por Riquelme. El primero estuvo casi 70 partidos. El último no llegó a la mitad de esa cifra. Todo un testimonio de que la paciencia es cada vez más finita.
El mercado de pases

Foto: AP Photo
Los entrenadores no tienen la última palabra. El que corta el bacalao azul y oro es Román. El caso de Alan Velasco es testigo. El presidente lo fue a buscar el año pasado, pero recién concretó su llegada este verano. Gastó 10 millones de dólares y sobraban las discrepancias con Gago porque el técnico no lo tenía en cuenta como titular. Es más, nunca lo pidió. Así y todo, lo utilizó durante 12 partidos, algunos ingresando desde el banco. Echado Pintita, Herrón lo incluyó en el once inicial y sigue sin funcionar.
Por eso los silbidos que se propagaron el sábado durante el anuncio de la formación tuvieron un doble sentido. Cuando se mencionó a Velasco, chiflaron. Y el mensaje fue para Román. Lo mismo sucedió con Tomás Belmonte (“el jugador más inteligente de Boca”, según el presidente) y con Marco Rojo, que es el capitán en ausencia de Edinson Cavani. En este caso, el zaguero fue repudiado porque después de perder con River declaró que el plantel “no está en deuda con la gente”. Durante la semana, tuvo que retroceder en chancletas en el canal oficial del club.
Con un promedio de edad cercano a los 30 años, al plantel le falta frescura y los hinchas lo hicieron saber. El grito de guerra contra los jugadores excede a Riquelme. El “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, en cambio, lo involucra.
Quedaron heridas con jugadores que se fueron libres o con conflicto: Nahuel Molina, Valentín Barco, Agustín Rossi, Equi Fernández, Nicolás Valentini y Cristian Medina, entre otros.
El relato y la falta de autocrítica

Foto: Andrés D’elía
Otro de los motivos que espantan a los hinchas tienen que ver con la narrativa riquelmista y sus declaraciones que parecen extraídas de una realidad paralela. Funcionó el eslogan de campaña “el club es de los socios” que demonizó a las SAD y las vinculó con el macrismo, que cometió errores no forzados. Muchos socios acompañaron la idea del club social por los éxitos en los deportes amateurs y el lavado de cara de la Bombonera, que se vio reluciente con los trabajos de pintura.
Sin embargo, el nuevo estadio sigue siendo una deuda. Riquelme dijo: “Jamás le tocaré la puerta a los vecinos para que se vayan”. Hasta ahora, apenas trascendió información extraoficial de que planea una ampliación para 80 mil espectadores y que la obra comenzaría en 2026.
Pero irrita, sobre todo, la justificación de Román ante cada eliminación. Cuando estaba afuera de la política, llegó a decir que “una Copa Libertadores vale 10 torneos locales”. Desde que se ungió como dirigente, relativiza esta cuestiones. En su última aparición pública afirmó: “Al hincha le digo que lo quiero, acabamos de terminar primeros en nuestra zona; por diferencia de gol quedamos segundos -detrás de Argentinos Juniors-, pero primeros… Quiere decir que sumamos más puntos que todos. Nos duele no jugar la Copa, pero terminamos primeros”.
No parecería alcanzar para una masa de hinchas que se acostumbró dar más vueltas olímpicas que vivir tristezas medio siglo para acá.