
El sorprendente triunfo del oficialismo en las elecciones del domingo pasado vino con un pan abajo del brazo. Se viene un cosechón de trigo, seguramente con un récord histórico en volumen y exportaciones.
El jueves pasado se remató en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires el primer lote cosechado en la campaña 2025/26, de un productor chaqueño. En la ocasión, se conoció la estimación de la producción, que oficialmente se ubica en las 22 millones de toneladas. Sin embargo, la “sensación térmica” es que cuando avance la cosecha esta cifra se quedará corta.
Las heladas de mitad de semana pueden haber afectado a los lotes que estaban justo en floración, que suman muchas hectáreas en las zonas de mayor potencial. El impacto se conocerá en los próximos días, pero los expertos sostienen que con la alta humedad en todo el mapa triguero es probable que se atenúen las consecuencias. Y estemos entonces frente a un volumen total por encima de las 25 millones de toneladas. Un rinde promedio de 35 quintales por hectárea. El doble que hace treinta años.
El mapa triguero argentino es muy heterogéneo. En algunas zonas es prácticamente un cultivo de servicio. En particular en el norte, donde se habían errado las últimas cosechas por la falta de lluvias. Siempre el invierno es seco, y el trigo se siembra como cobertura. Pero se sabe que si arranca con humedad, las posibilidades de una buena cosecha ameritan un manejo más intensivo. Fue lo que sucedió esta campaña, donde se sembró mucho y bien. Hemos visto lotes de más de 30 quintales, con manchones por encima de los 40, en el norte de Santiago del Estero y el oeste del Chaco.
En Mercedes (Corrientes) el trigo también entró en la rotación. Christian Jetter, gerente de la empresa Copra, con una fuerte tradición ganadera y arrocera, explicó en “La industria Verde” en Canal Rural que hace unos años introdujeron el trigo con excelentes resultados. Tienen la posibilidad de regarlo, aprovechando la sistematización necesaria para el arroz, aunque este año prácticamente no hizo falta. Están en rindes por encima de los 35 quintales sobre una superficie de 800 hectáreas, con picos de más de 40. Para ellos es un excelente negocio, porque además tienen la posibilidad de exportarlo directamente, por tierra, hasta los cercanos molinos de Rio Grande do Sul. Están a poco más de 100 km de Paso de los Libres y viajan directo por camión. Asegura que reciben un premio por calidad.
Ahora el meridiano de la cosecha pasa por el centro de Santa Fe, y falta casi un mes para llegar a la zona núcleo. Pero las redes sociales están inundadas de fotos y videos de lotes ya madurando, que anticipan resultados excepcionales. No es el clima solamente. Es la conjunción de genética, fertilización y manejo.
Hace veinte años, pululaban los modelos teóricos que decían que la Argentina tenía un techo de rendimiento en el orden de los 50 quintales por hectárea. La irrupción de nuevos cultivares, con la llegada de la generación “Baguette” vía Nidera, rompió ese límite. La nueva genética vino con un paquete que incluyó alta fertilización, mejor control de malezas y prolijo monitoreo de enfermedades. Hoy todo el mundo presta atención a las royas, y se generalizaron prácticas de prevención y control. Antes se esperaba todo de la genética. Ahora se suman los tratamientos con funguicidas. Además de las aplicaciones escalonadas de nitrógeno, según la evolución del clima y los cultivos. Esto está permitiendo también mantener un alto porcentaje de proteína y calidad de gluten, que tienden a decaer cuando sube el potencial de rendimiento.
Todo esto, con un panorama de precios para nada espectaculares. Todavía rigen retenciones del 9,5%. Es un buen momento para que el Gobierno las reduzca al menos en la misma proporción del aumento de las exportaciones. Como un principio, digamos.

