
Hay una nueva “normalidad”. El impacto de la unificación cambiaria fue un gran paso adelante, también para el sector agropecuario. Con la implementación de la banda se alcanzó una de las grandes aspiraciones del sector: terminar con la exacción que significaba la venta de dólares al precio oficial.
Aún cuando la brecha se había ido licuando, contra todos los vaticinios, hacía falta que se consolidase. El mecanismo de la banda de flotación fue aceptado por los mercados. Funcionó bien desde el primer momento y tuvo impacto en todos los niveles. La mejor expresión fue la caída sensible del riesgo país y la suba de los bonos. Somos un poco más viables.
Pero subyace el tema de los derechos de exportación. Si bien la mayor parte de la dirigencia ruralista siguió exhibiendo una cuota interminable de paciencia, la realidad es que “las bases” están nerviosas. El mensaje, más allá de las palmadas (entiendo que sinceras –en particular– del presidente Javier Milei), es que el gobierno sigue apelando al recurso soja (en menor medida al resto de los granos) como la tabla de salvación.
Esto quedó muy explícito hace 2 semanas, cuando recordó a los productores que la rebaja de las retenciones, decidida en enero, vencía el 30 de junio. Ya nos ocupamos de eso. La “sugerencia” de que tenían que vender rápido fue un bumerán, porque a los chacareros no les gustan las intimidaciones. No habrá sido la intención, pero sonó así. Y ahora, para terminar de embarrar la cancha, aparece la diputada libertaria Romina Díaz insistiendo con que «el momento de liquidar es ahora. Recuerden que este gobierno siempre hace lo que dice», y que «las retenciones volverán a sus niveles normales el primero de julio». Sí, niveles normales dijo.
El chacarero quiere y requiere libertad para operar, sin ser objeto de alquimias contra natura. Puede que se equivoque en su estrategia, pero la soja es su moneda y la administra de acuerdo a su buen saber y entender. Además, en este negocio no quedan ni estúpidos ni improvisados. En general, descreen de los analistas. Se han escaldado muchas veces. Lo que quieren es tener la mercadería en los silos y “después ver”.
Por eso el sonoro éxito del sistema de silobolsas. Nació en la crisis del 2002, cuando prácticamente no existía almacenaje en chacra y era casi obligatorio entregar la mercadería a los acopios. En el medio de la salida de la convertibilidad, encontraron la herramienta para retener la cosecha, esperar y ver. Nacía una solución logística tremenda, que sería de dimensión mundial. Pero el motor fue el hecho de hacerse dueño de lo suyo.
Esta semana tomó buen ritmo la cosecha. El clima ahora ayuda y el despliegue de máquinas y camiones es fenomenal. Se lo ve en las redes, donde pululan las imágenes de las corta y trilla en todos lados. Y también son frecuentes las alusiones al embolsado, con comentarios mordaces respecto al apuro del Gobierno.
La realidad, sin embargo, marca otra cosa. Se advierte un mayor ritmo de ventas, y en consecuencia de liquidación de divisas por parte de los exportadores. El jueves seguramente tendremos el dato, pero se descuenta un mayor ingreso de dólares. No hacía falta, ya lo dijimos, que el gobierno presionara, asumiendo un inútil costo político, al erosionar la confianza de un sector que siempre fue un punto de apoyo indiscutible.
Hay un cosechón, seguramente de 50 millones de toneladas de soja, que a los precios actuales significan unos 18 mil millones de dólares. Sumemos 10 mil más de maíz (50 millones de toneladas). Más el girasol, sorgo, arroz, maní y remanentes de trigo y cebada.
Todo esto se va a ir liquidando a lo largo del año. Ahora, un pico porque hay que pagar las deudas y los arrendamientos. Y luego, porque hay que encarar la próxima campaña. Habría mucho más entusiasmo si, como venimos planteando, se aprovechan las próximas semanas para hacer anuncios concretos para el próximo ciclo. Anunciar una reducción de las retenciones para el trigo y el maíz tendría un impacto económico y político fenomenal.
Tanto, que seguramente el presunto sacrificio fiscal sería compensado con el mayor uso de tecnología, y la consecuente reactivación de las ventas de insumos y equipos. Se movería todo el interior, desatando una cascada de negocios que involucra no solo lo que se necesita para producir, sino para inversiones y gastos de todo tipo. Los corralones de materiales, los bienes de consumo durables, el esparcimiento, los boliches, los comedores, los hoteles. Los camioneros se animarían a actualizar sus equipos. Se inaugurarían ampliaciones de plantas y concesionarias.
La cosa no pasa por igualar para abajo. Abaratar la maquinaria habilitando la importación de usadas suena a liberal, pero lo que necesita el agro es que se reduzca el costo argentino en toda la cadena de insumos y equipos. Operemos sobre todos los términos de la ecuación, reduciendo la incidencia de la carga impositiva en cada segmento, y fundamentalmente, asegurando “precio lleno” lo antes posible. El que perciben los productores en todo el mundo, y por eso nos están sacando ventaja.