
Prácticamente la totalidad de las calorías con que se nutría la población china provenían hasta 1980 de los vegetales, ante todo arroz, y no consumían proteínas cárnicas ni siquiera en pequeñas cantidades; y de pronto, en 30 años, explotó la producción y el consumo de carnes en la República Popular.
El Departamento de Agricultura de EE.UU (USDA) señala que la producción de carnes en China pasó de 10 millones de toneladas en 1970 a más de 60 millones de toneladas en 2000; y la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) advirtió que el porcentaje de calorías aportadas por el consumo de carnes era de 4% en la década del ´70, y creció a 19% en 2000; y de ahí se ha duplicado cada 3/5 años hasta alcanzar un pico de 88 millones de toneladas en 2014.
En este periodo de 30 años (1980/2014) se produjo un vuelco masivo de la población china al consumo de proteínas cárnicas; y de esa manera el mercado mundial agroalimentario se transformó irreversiblemente, convirtiendo a China en el nuevo eje del sistema agroalimentario mundial.
Esto derivó de manera casi inmediata en una cuadruplicación de la producción de soja en el mundo porque es el principal insumo para la alimentación animal; y esto, a su vez, transformó en sus raíces la geopolítica mundial porque la soja se produce en sólo 3 países, que son EE.UU, Brasil, y la Argentina.
La producción cayó a 77.5 millones de toneladas en 2019/2020 por una grave epidemia de fiebre porcina; y luego se produjo una notable recuperación con un récord de 89 millones de toneladas en 2021, pero a partir de allí la producción volvió a amesetarse.
Esto significa que la tendencia de fondo de la producción y el consumo de carnes en la República Popular es estabilizarse primero, y reducirse después, al mismo tiempo que el consumo se diversifica cada vez más, lo que está vinculado a la aparición de una poderosa clase media de 500 millones de habitantes con ingresos comparables a los norteamericanos (U$S 35.000/U$S 45.000 anuales), y que crece 8% anual.
El primer efecto de esta caracterización de crecimiento y diversificación es que hay que dar como un hecho la “des-commoditización” del producto carnes, la pérdida definitiva de su condición indiferenciada; y su conversión en un producto de nicho, de un bien proteínico extremadamente valioso, que se vende con marca y necesaria reputación internacional, y todo ello con precios cada vez más elevados.
El resto de la producción de carnes – el sector que permanece “commoditizado” – se destina a productos de baja calidad y alto contenido graso, con precios cada vez menores, y en todos los países del mundo se convierten en un insumo esencial del mercado de las hamburguesas y similares, las denominadas “junk foods”, o “comidas basura”.
La nueva clase media de altos ingresos ha optado nítidamente por los productos absolutamente “des-commoditizados”, de marca y reputación internacional, y en ellas el nivel de los precios es cada vez más irrelevante.
En este mercado de carnes de alta calidad la nueva clase media busca un producto de nicho de altísimo nivel proteínico al servicio de una “buena vida” en su alimentación, que contribuye en forma efectiva a su bienestar físico y espiritual.
En este rubro de las carnes de alta calidad y elevados precios, la primacía la tienen los productos australianos, mientras que las exportaciones brasileñas se orientan cada vez más al segmento de las carnes “commoditizadas”.
El papel de las carnes argentinas está a la vista. Su destino es la satisfacción del segmento de las carnes de alta calidad y elevados precios, dotadas de una extraordinaria reputación en el sistema mundial por ser “las mejores carnes del mundo”.
La realidad es lo actual sumado a lo posible; y la inmensa potencialidad de las carnes argentinas para atender al mismo tiempo el segmento de alta calidad tanto en EE.UU como en China obliga a la cadena de producción ganadera a satisfacer competitivamente las carnes de alto valor en los 2 mayores mercados del mundo, que son el de EE.UU y el de la República Popular.
Este es el desafío en el momento actual de la ganadería argentina, la primera de las grandes industrias del país.

