entre la magia y las leyendas de terror


Es más común oír coyotes que verlos. Sobresalen por sus aullidos, chillidos, resoplidos, gemidos y hasta ladridos. Coyoacán -«lugar de coyotes», según indica su nombre en lengua náhuatl-, sólo nos cruza con dos de esos mamíferos, pero de bronce, en La Fuente de los Coyotes, en el Jardín Centenario. Sin embargo podemos escucharlos mágicamente en el barrio más bohemio de la ciudad de México.

Basta dejarse llevar por la ilusión auditiva de ese distrito del sur de CDMX para quedar influido por la vibración sonora como de coyote embravecido. Imposible volver a ser el mismo una vez que nos sometemos a un baño sonoro «coyoaqueño», mezcla de organilleros, vendedores que ofrecen chapulines como manjar gastronómico y cuentacuentos que le ponen música a las leyendas más terroríficas.

Co-yoa-cán, música desde el nombre, abanico de ruidos, voces, melodías, oralidad, mitos fascinantes, pero también un lugar donde los sentidos quedan extenuados. Sobreestímulo de colores, sabores, texturas, olores. Para sentirse abrazado, hay que ponerle el cuerpo al paseo con las facultades a pleno.

Siempre y cuando a uno no le de el llamado «soroche» (mal de altura que extrañas veces puede afectar a los visitantes a 2.200 metros, con mareos, vértigo, fatiga, taquicardia), nada mejor que caminar liviano por ese paisaje de edificaciones bajas, callecitas empedradas, plazas con una vida desbordante y algo más profundo que el espíritu de Diego Rivera y Frida Kahlo.

Una forma surrealista de empezar el tour es subiéndose al tranvía de las leyendas, que recorre el centro histórico a pura fábula tétrica, narrada con maestría y un halo estremecedor. El boleto cuesta 140 pesos mexicanos (algo así como 7468 pesos argentinos).

Si el pasajero tiene la suerte de toparse con un guía llamado Jesús, durante 45 minutos se sentirá dentro de un relato tan espeluznante como adrenalínico. La calidad vocal del locutor/monologuista como salido de una película de Pedro Infante deleita a chicos y grandes.

Avanzando por la calle Aguayo arranca una de las primeras leyendas, la moneda de la calle Aguayo. El cuento indica que muchos viajeros escuchan el tintineo de una moneda o ven su brillo. Se trata de una maldición nacida en esas latitudes, cuando un tal Pedro regresó a su casa y encontró en la cama a su mujer, Elvira. Los amantes suplicaron a Pedro que no los matara, y Pedro solicitó al hombre una paga para Elvira «por el servicio prestado».

Acto siguiente, el amante lanzó una moneda de plata, Pedro lo guardó en el bolsillo de un saco de terciopelo y dejó de hablar con Elvira. Un día la dama tira la moneda a la calle y Pedro, enajenado, asesina a Elvira. El tintineo hace referencia a ese femicidio. «Quien se encuentra esa moneda y tiene la mala fortuna de recogerla, está condenado a repetir la historia. Se aconseja no levantar monedas en la calle Aguayo».

La fuente de los coyotes en Coyoacán. (Foto: Shutterstock).La fuente de los coyotes en Coyoacán. (Foto: Shutterstock).

Siguiente parada de escalofrío: cruzando un puente de piedra del siglo XVII, se habla del llanto desesperado de una mujer fantasma llamada Natalia que «en lugar de ojos tiene dos cuencas llenas de gusanos», dice el relator. La señora esconde una tragedia relacionada con sus tres hijos. Los oídos terminan un tanto agotados de tanto espanto y tanta calamidad relacionada con seres ensangrentados, aplastados, ahorcados, ahogados.

Templos, mercados, bares

El Coyoacán más luminoso está plagado de centros culturales, mercados de artesanías, patios escondidos, parques poblados de vendedores, tarotistas y músicos con instrumentos antiquísimos y terrazas encantadoras decoradas por flores desde donde ver todo en perspectiva, fundamentalmente en días de celebraciones como el 15 y 16 de septiembre (la Independencia de México) y el 2 de noviembre, Día de los Muertos.

La Capilla de San Antonio Panzacola, por ejemplo, en la esquina de la Avenida Universidad y Francisco Sosa, es un punto típicamente «instagrameado», con gran riqueza histórica. La pintoresca palabra «panzacola» hace referencia a la abundancia de lagartos en la zona. Incluso algunos edificios históricos exhiben sus lagartijas talladas en piedra en referencia a este nombre.

De arquitectura barroca, la iglesia atesora un retablo tallado y una bóveda catalana, y es centro de dos versiones. Muchos afirman que fue construido por el conquistador español Pedro Alvaro. Otros indican que vivía allí una familia de contrabandistas y que un día llegó la autoridad a detenerlos, pero ellos prometieron a Antonio de Padua que si los libraba de la cárcel le construirían una iglesia (y cumplieron).

La Iglesia San Juan Bautista (Foto Shutterstock)La Iglesia San Juan Bautista (Foto Shutterstock)

Según la tradición, las autoridades registraron la casa, pero no vieron la mercancía. En agradecimiento, la familia cumplió su promesa y construyó el templo.

Si de circuito religioso se trata, clave visitar la Iglesia San Juan Bautista, que, de acuerdo a la tradición popular fue edificada por orden del mismísimo Hernán Cortés y es una de las más antiguas. Monumento nacional, los entendidos nos hablan de un templo con arte tequitqui o indocristiano, manifestaciones artísticas de los primeros años del virreinato en las que se aprecia fusión de la iconografía europea con elementos formales del arte prehispánico. Los altares en cedro cubiertos por hojas de oro fascinan a agnósticos y creyentes por igual.

A la hora de comer o tomar, reinan bares, cantinas y restaurantes inundados de salsa de chipotle y alambre «calientito«, como promocionan invitando al plato con trozos de carne, mariscos o verduras asados en una varilla de alambre. También hay taquerías bulliciosas con oferta de enchiladas ahogadas en salsa de chile, o tamales y quesadillas, chilaquiles (tortillas fritas o tostadas bañadas en salsa) y arracheras (corte de carne vacuna).

Una vista de Coyoacán, Ciudad de México. (Foto Shutterstock)Una vista de Coyoacán, Ciudad de México. (Foto Shutterstock)

De postre, entre trovadores y mariachis, papalotes -delicia dulce preparada con amaranto y miel-, churros y más. La especial recomendación de los nativos del lugar: el café de El jarocho (Cuauhtémoc 134), una cafetería que funciona desde 1953.

Frida, el paseo imprescindible

Irse de Coyoacán sin pisar la Casa Azul (o Museo Frida Kahlo) equivale a visitar la república de La Boca sin haber pasado por Caminito.

El inmueble perteneció a la familia Kahlo desde 1904 y abrió sus puertas al público cuatro años después de la muerte de la artista, en julio de 1958. Entre esos muros vivieron los padres de ella, Matilde y Guillermo, y la pintora la mayor parte de su vida, primero junto a su familia y años después, con Diego Rivera (1886-1957). Personajes de todo el mundo, del ambiente artístico e intelectual de la primera mitad del siglo xx, se hospedaron en aquella casona. La entrada cuesta 320 pesos mexicanos, unos 17 mil argentinos.

La cocina de La casa azul o museo de Frida (Foto Shutterstock)La cocina de La casa azul o museo de Frida (Foto Shutterstock)

Otro punto del circuito Kahlo es el parque que lleva su nombre, inaugurado en 1984, luego de que fuera un terreno baldío utilizado para subastas de ganado (y hasta una fábrica textil). Lo más importante de este espacio son las tres esculturas del artista mexicano Gabriel Ponzanelli, la primera que representa a Frida y Diego Rivera de pie; la segunda, Kahlo sentada en un pedestal en forma de pirámide, y la tercera, una mujer sentada en el centro de la fuente.

Más allá de lo simbólico y didáctico, conviene no reducir Coyoacán a la experiencia inmersiva Frida. Hay otros museos «obligatorios», como la Casa de León Trotsky tramos de puro oxígeno como el Parque Salvador Allende (o Parque Los girasoles), con un monumento a Agustín Lara (1897-1970), el cantante de Veracruz que tenía uno de los nombres más extensos del mundo, Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino.

Los pintoresos mercados de Coyoacán. (Foto Shutterstock).Los pintoresos mercados de Coyoacán. (Foto Shutterstock).

En Coyoacán hay un simplísimo juego al que es difícil no adherirse: intentar pronunciar nombres de calles, como Xochicatitla, Xicoténcatl, Moctezuma. Sobredosis de consonantes. Este «hervidero de talentos» como describió la escritora Elena Poniatowska a una de las dieciséis demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, permite llevarse recuerdos de madera tallada, tejidos, bordados, collares y pulseras en plata, pero sobre todo un souvenir indeleble, la sensación entre el ahogo y la emoción.

El City Express Plus by Marriott de Ciudad de México (Insurgentes Sur)El City Express Plus by Marriott de Ciudad de México (Insurgentes Sur)

City Express by Marriott es una marca hotelera que combina practicidad, confort y ubicación estratégica, según la necesidad de cada viajero. Para quien viaja por negocios, estos hoteles tienen habitaciones con áreas de trabajo.

El City Centro by Marriott de Ciudad de México, en calle Republica de Uruguay 45. El City Centro by Marriott de Ciudad de México, en calle Republica de Uruguay 45.

Algunos de sus hoteles: City Express Plus by Marriott Insurgentes Sur (V. Insurgentes Sur No. 1581, Col. San José Insurgentes Ciudad de Mexico). City Express Plus by Marriott Periférico Sur Tlalpan (Parque Sur residencial). City Express by Marriott EBC Reforma (Havre 21).



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