Con veinte años de trayectoria, el Sexteto Irreal es de las agrupaciones argentinas más extrañas que existen: se juntan cuando quieren y no se ven durante años si no nace la ocasión. Parece irracional ese método de conexión, pero así sucede entre ellos: siempre de manera casual.
Por nombrar otro detalle llamativo: en sus dos décadas de vida tan solo grabaron un álbum, titulado Jogging, en 2015. Aunque para los gustosos de su propuesta sonora, casi inclasificable (entre el jazz, la electrónica, los folklores latinos y de Europa del Este, además de ritmos afros), habrá un nuevo disco en formato de vinilo, como fruto del concierto que realizarán el próximo 22 de febrero, tras un par de años sin juntarse.

Esta reunión sucederá en Artlab, en el barrio porteño de Palermo.
Un espíritu eventual
Es una tarde de riguroso calor de febrero en Buenos Aires. El sol radiante e intenso de media tarde apabulla a quienes caminan por las veredas de Almagro sin una botellita de agua en mano para hidratarse.

Sin embargo, Axel Krygier y Manuel Schaller llegan al Orquídea, un cafetín típico porteño, luego de pedalear sus bicicletas durante kilómetros.
Adentro del bar, con un licuado en mano, Fernando Samalea los observa arribar, desde el placentero espacio antiguo, pero con aire acondicionado. Los otros dos integrantes de la agrupación son Christian Basso y Alejandro Teherán.
Todos estos popes de los instrumentos, a lo largo de sus brillantes trayectorias juegan en “primera” dentro del ámbito del rock local desde hace muchísimos años, ya sea porque algunos tocaron en La Portuaria u otros acompañaron a Charly García o Gustavo Cerati en experiencias enriquecedoras desde lo musical y humano.
Ya acomodados en una mesa contigua a una antigua barra de madera lustrosa, enseguida apuntan sobre la dinámica tan particular del conjunto que los une de vez en cuando.
“Contamos con un espíritu eventual, con poco tiempo para ensayos. La ventaja de la improvisación es lo que hace que este colectivo musical funcione. Cuando uno improvisa no acata la voz de un líder”, argumenta Samalea.

Mientras que su compañero Krygier, uno de los creadores de esta larga junto a Christian Basso, acota lo suyo: “Lo nuestro, trata sobre la construcción de ideas armónicas y se desarrolla con improvisación. Fue así: ‘Hagamos nuestros temas y vayamos viendo que va saliendo. Cada uno de nosotros aporta su parte, es intuitiva la conexión. Encima de todo, nos conocemos des hace muchísimos años todos nosotros. Somos amigos, además de músicos”.
Por su parte, Christian Basso se suma más tarde y hace foco en los inicios y otorga la razón de esta propuesta que sigue vigente:
“Empezamos en 2004 con Axel sin demasiadas premisas, más allá de que se nos estaba complicando a nosotros tocar en vivo con nuestras propias bandas porque la estructura del indie era compleja en ese momento, era una época difícil para producir eventos y tocar, entonces decidimos de alguna manera juntar nuestras ideas, nuestros temas y versionarlos con otros músicos. Esto nació desde la cabeza de compositores”.
La coincidencia de este quinteto, que extrañamente se llama Sexteto, es que forman parte de un colectivo, según sus propias palabras, aunque a veces durante varios tramos largos se encuentre vacío. Sobre esto, la explicación de Schaller no tarda en llegar.
“Es que se fue transformando en algo colectivo. El nombre del grupo es más irreal que nunca. El nombre es parte de algo fantaseoso, onírico. Lo nuestro es como la bicicleta: cada uno sabe qué le toca pedalear y es desde ahí donde trabajamos de manera colectiva”, explica.

Alejandro Terán, por su parte, considera lo siguiente: “El Sexteto ha funcionado siempre como un ‘anárquico scrum’ de artistas amigos que se admiran mutuamente, y esa bola de fuego va rodando y atravesando épocas: desde que éramos más cachorros (y salíamos a ‘cazar’ juntos más seguido) hasta hoy que ya somos ‘lomos plateados’, un poco más solitarios y gruñones”.
Sin modelos previos
Respecto a si tomaron como referencia a algún otro grupo musical de otro lado del mundo para realizar una experiencia propia, existen diferentes posturas.

“No había modelo que tomáramos cuando empezamos. Yo venía de la improvisación libre en Barcelona en un Sushi Club. Era tres horas con base de house. Y cuando aquí nos juntamos se dio en clave dance”, plantea Krygier.
Su coequiper desde la creación de la banda comparte otra mirada:
“Siempre nos gustó música en común, de hecho, yo estudié piano con el maestro de piano de Axel, un alemán que es un sabio. Hemos escuchado Duke Ellington, la orquesta de Charles Mingus, Fela Kuti, todas músicas que nos volvió locos. Esa música generó inspiración», razona Basso.
Y agrega: «A su vez, otra banda que tiró algo bueno con respecto a esto fue Gorillaz: mostró como un camino alternativo, de forma distinta de cómo una banda se presenta al público: esta cosa de algo que no se termina de entender muy bien”
Fernando Samalea, por su parte, escucha atentamente los nombres de músicos mencionados por su compañero y arremete sobre cuestiones de influencias europeas.

“Las variaciones aparecen también con naturalidad. Lo bailable, influencias de Europa del Este, lo italiano, lo tradicional europeo. Es que las raíces terminan por influenciar. Luego es como que salimos al césped de una cancha de fútbol: puede haber deformaciones, pero cada uno sabemos que vamos a sumar al grupo en sí”, dice y bebe el último sorbo de su refresco.
Y prosigue: “Además somo privilegiados de contar con sellos en nuestros pasaportes. La costumbre de viajar influye. Yo vivía en Francia. Axel también en Europa. Uno absorbe, aprende y ejecuta”.
Schaller, del otro lado de la mesa, expresa: “Cuando te vas de tu país, valorás lo que tenés. En nosotros, la descendencia europea se hace notar. Y las idiosincrasias, por ejemplo, esto de ser latinos, también”.
Casi sin pausa alguna, Kryger interviene de manera apasionada: “Aquí corre lo que nos gusta, lo que nos atrae: tomar del folklore lo que nos gusta sin quedarnos atados al tradicionalismo ni a lo dogmático, sino más bien apostar a la experimentación”.
Con Fidel Castro como cantante
Más allá de la ideología del grupo desde lo musical, y aunque no cuentan con alguien que cante dentro de su propuesta, la intervención de lo tecnológico en una que otra ocasión propone la intervención de alguna voz, como es el caso del tema Castro, en el que aparece la voz del recordado líder cubano Fidel Castro, con un concepto antibélico en su letra.
El responsable de la elaboración de este tema, que ocupa sonido en fiestas alternativas, fue Schaller, quien comparte una anécdota que lo inspiró para su creación.

“Ese tema es un aparte de un discurso que realizó Fidel Castro cuando vino al país y ofreció una conferencia en la explanada de la Facultad de Abogacía de la UBA. Yo me mandé e intenté ingresar al aula del discurso, pero se llenó de tanta gente que ni el propio Fidel pudo entrar”, narra, esbozando una sonrisa.
Luego retoma: “Vi una consola, le pido al técnico si me deja conectar un cable de para grabar. Me dijo que sí. Lo cierto fue que Fidel no pudo entrar y terminó dando el discurso cerca mío. Esa frase de sí a los médicos y no a las bombas me pareció genial y así nació el tema”.
Aunque el Sexteto Irreal no tiene como premisa la modernización como eje central de su propuesta, Schaller, quien se ocupa de la parte tecnológica no elude el asunto de la inteligencia artificial para la creación musical:
“Es una herramienta muy útil, que no puede suplantar lo creativo. Yo la utilizo para otros proyectos o trabajos. Hace poco hice un remix y saqué la voz desde allí”.
En virtud a lo tecnológico y la avanzada, Basso añade su visión: “El grupo tiene una parte que es la más tecno, con Manu y Axel, quien también lo lleva metido en lo tímbrico y más pulido a nivel creaciones digitales. En mi caso, uso tecnología en laburos para películas o series. O sea, grabo todo el tiempo y trabajo en el mundo del sonido, mezcla, producción, estudios. Entonces cuando toco en vivo, me gusta que sea lo más crudo posible. Por ejemplo, en el show próximo voy a estrenar un bajo nuevo: un SG Gibson del año 1970”.
Sus colegas musicales
En este largo recorrido musical que los une a través de esta agrupación particular, es ineludible recalcar la opinión de colegas musicales con relación a su propuesta.
Y aunque la mayoría de los integrantes prefieren no nombrar a nadie en particular, pero saben de la simpatía de muchos hacia ellos, Teherán se atreve y va directo al hueso.

“Gustavo Cerati nos llamó a Axel y a mí para jugar en Sueño Stereo porque se enteró de una ‘pequeña orquesta’ que teníamos (que se llamaba Mulo: por su hibridez). Y luego, durante los recreos en las giras de Soda Stereo, nos entreteníamos con él haciendo ‘versiones dadá’ de sus temas en forma de extraños chachachás polirrítmicos absurdos, con las letras alteradas: así que creo que podemos considerar a Cerati como un Irreal más”, subraya.
-Para concluir, y más allá de la improvisación, ¿por qué el público debería acercarse a su próximo show en Palermo?
Basso: -Vamos a hacer un buen show, se van a activar un montón de antenas internas y externas en el grupo. Creo que me gusta eso que pasa, que se mezclan lo tribal, el afrobeat, con el ambient y la electrónicae . Sda algo muy único. Yo iría a ver al Sexteto Irreal, no me perdería este show si fuera público. Además, grabaremos para un vinilo que saldrá por el sello RG discos, con quienes planeamos este concierto.
Schaller: -Porque van a pasar cosas buenas, habrá imágenes, cuestiones tecnológicas entremezcladas desde el aspecto visual. Es una invitación no solo a lo musical, sino también a lo sensorial.